EL COMPROMISO DEL NO COMPROMETIDO

Comprometerse es asumir una obligación o responsabilidad. Así de simple, así de complicado. Algo en nuestro modus vivendi nos lleva a evitarlo, a que sean otros los que se comprometan. Y no me refiero al novio que no quiere casarse, o la profesional que pospone tener hijos; sino a aquéllos que desean cambiar su fortuna al amparo de lo que hagan los demás. Compromiso también se define como dificultad, un "no poder hacer" por tener un "compromiso".
Es usual que los que viven en edificios lo quieran en optimas condiciones. Pero nada de integrarse a las Juntas de Condominio, pues no hay tiempo para eso (luego sí vale quejarse de lo mal que lo hacen). El inconforme con su calle, el alumbrado, la recolección de basura, la inseguridad, pero que no vota por una propuesta de gobierno local sino por simpatía/antipatía automática, o prefiere la abstención por "justificadas" razones, la más común, que todos los políticos son malos (pero no se lanzan al ruedo porque que va, eso es muy sucio). Cuantas veces no escuchamos en el ámbito laboral a cientos de trabajadores que se quejan de sus condiciones de trabajo, pero temen acompañar al sindicato por temor a los jefes y tener "compromisos personales" que bien vale no arriesgar. Mejor dejarle eso a los sindicalistas, que a su vez son trabajadores que también tienen mucho que arriesgar, pero es mejor que "ellos" lo hagan. Eso sí, toda la responsabilidad de lo que no se logre es del representante gremial (aunque ninguno de los críticos forme una plancha para hacerlo mejor o tan siquiera apoye alguna manifestación). Y así podemos seguir y seguir. Pero quiero detenerme en un punto aún más enrevesado: El compromiso del no comprometido.
Dentro del grupo de los que "sí" se comprometen hay quienes lo hacen por la conveniencia de evadir otros compromisos. Es decir, se asume un compromiso para evadir compromisos. Imaginese ahora el ejemplo anterior al revés: alguien que acepta un cargo de dirección y por solo delegar no asume responsabilidades porque "al final el jefe soy yo". Peor aún, quien no tiene las competencias pero sí "la palanca" o el favor político. O en la otra esquina, el caso del trabajador que adquiere el compromiso sindical para evadir su compromiso laboral y no asumir el rol que tiene ante aquéllos que lo eligieron. Entramos entonces en el plano de la mediocridad. Si bien es criticable aquél que para nada se compromete, al menos sería un poco más sincero. Los comprometidos de verdad son los que no evaden sus responsabilidades, cumplen lo que profesan, asumen victorias y derrotas, se sobreponen a los obstáculos y procuran trabajar en equipo.

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