LA NORMA Y EL EJEMPLO


Terminaba las compras en el supermercado y para variar, las colas eran largas. decidí irme a la "Caja Rápida" de sólo diez productos, y al constatar que tenía doce, retiré de la cesta dos valiosísimas bolsas de azúcar que tanto escasean por estos días (acaparamiento, diría el gobierno, desabastecimiento, diría la oposición). En fin, me pongo en la cola haciendo un reconteo rápido de los productos, y para mi asombro, la señora que está delante de mí lleva no menos de ¡veinte productos! que va poniendo en la correa de la caja sin el menor atisbo de verguenza. La cajera viéndola con los ojos muy abiertos le dice -Señora por aquí sólo son diez productos -A lo que ésta le responde con total tranquilidad sin dejar de colocarlos en la correa: -Tranquila chica, no son muchos tampoco. -Eso bastó para que la cajera, aunque de mala gana, le pasara los productos.
Esa forma impávida de romper la norma, ese dejar pasar tan venezolano, explica por qué cuando sucede en las más altas esferas, la reacción en muchos casos es, si se quiere, apática. Si todos saben quién vende droga en la cuadra, cuál es la vacuna para obtener un contrato u obra, un crédito, un puesto de trabajo, quién está en un "guiso", a quién se le paga para agilizar un trámite burocrático; no es de extrañar que si el Tribunal Supremo de Justicia forza una interpretación constitucional para descaradamente favorecer a una parcialidad política, ello no sorprenda ni genere mayores consecuencias. Eso se veía venir, dirían algunos resignados.
Para que el ciudadano respete las normas a gran escala se debe comenzar por cumplir las pequeñas. Para evitar los delitos graves, deben sancionarse los pequeños y desarrollar campañas oportunas para la toma de conciencia. Una persona que sin temor a sanción lance basura a la calle, consuma alcohol u orine en la vía pública; de seguro seguirá transgrediendo las normas con impredecibles consecuencias. El efecto bola de nieve. Cuando desde las cúpulas de poder se nos envía el mensaje de que al final se hace la voluntad del más fuerte, y si quieres ser fuerte, debes ser igual a mí, se otorga una patente de corso al infractor. Y, el mundo al reves, se criminaliza al que reclama o ejerce sus derechos vulnerados desde el poder, en este caso del Estado. Sin caer en etiquetas, mi trayectoria sindical, en organizaciones sociales y en el activismo en Derechos Humanos llevan la impronta de los ideales de izquierda. Por ello considero una manipulación que los "gobiernos de izquierda" busquen desacreditar (y desarticular) los movimientos sociales cuando éstos alzan su voz ante lo que consideran injusto. Es decir, sólo sería digno reclamarle a la derecha, pues si se le hace a la izquierda, sería un sacrilegio o cuando menos "hacerle el juego a la derecha". Los Derechos Fundamentales deben ser defendidos venga de donde venga su violación y no existe gestión impoluta. En el caso venezolano, ni toda la izquierda está en el gobierno, ni toda la derecha está en la oposición. Hay mucho maniqueísmo retórico.
Volviendo al supermercado, nadie aparte de mí se quejó en la cola y todos los que llevamos los diez productos vimos a la señora salir campante con los suyos. Quizás más de uno, viendo el ejemplo, haya sumado las dos bolsitas de azúcar que yo dejé en la correa. Porque, a fin de cuentas, si se rompe un poquito la norma, no pasa nada, pues.

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