JUEGO PIROTÉCNICO, FUEGO PELIGROSO

5, 4, 3, 2, 1... ¡Feliz año 2014! Abrazos, brindis, risas, lágrimas y fuegos artificiales. A los pocos minutos de entrar el nuevo año, uno de estos fuegos de artificio entró por la ventana de un apartamento frente al mío y en segundos ocasionó un incendio.

Entre explosiones pirotécnicas y música cruzada alertamos a los vecinos y a los bomberos que por fortuna no tardaron mucho en llegar y apagar las llamas que serpenteaban fuera del edificio. Sin embargo, el daño estaba hecho.

No hay duda que la pirotecnia es un arte. Deleitarse con sus luces, formas y sonidos es sinónimo de celebración y alegría. Pero su manipulación irresponsable puede acarrear este tipo de desgracias.

Hace unos años atrás, otra madrugada de un primero de enero, mi suegro se encontraba jugando dominó en la calle de su casa cuando un cohetón, lanzado por algún anónimo, estalló en la cara de uno de sus vecinos enviándolo un mes a la terapia intensiva del Hospital Militar de Caracas. Perdió un ojo y padece disminución auditiva.

No pretendo iniciar una campaña contra el uso de juegos pirotécnicos pero sí manifestarme a favor de su regulación. Controlar su venta indiscriminada y su manipulación por expertos y no por niños y adultos imprudentes, así como su utilización en lugares adecuados, permitirá disfrutarlos sin enloquecer animales, asustar niños, mutilar inocentes o causar incendios.

Los dueños del apartamento quemado no se encontraban en el sitio; se les vio al otro día removiendo escombros y tumbando paredes como víctimas de una mala resaca producto de la conducta irresponsable de otro. Presagio o metáfora, así arrancó el año.

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