Fahrenheit 451, la revolución arde


"Tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos imaginar para hacer que una mujer permanezca en una casa que arde. Ahí tiene que haber algo. Uno no se sacrifica por nada"

Fahrenheit 451: la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde. Cuántos de nosotros, más que ávidos lectores, hemos sido amantes del libro objeto. Enfermos confesos de "tsundoku", el arte de acumular libros por placer. Pero ese receptáculo de conocimiento e ideas subversivas, es también una amenaza para las tiranías.

"Un libro es un arma cargada en la casa de al lado. Quémalo. Quita el proyectil del arma. Domina la mente del hombre. ¿Quién sabe cuál podría ser el objetivo del hombre que leyese mucho?"

F-451 es una novela tan enajenante y demencial como lo es la vida bajo un gobierno totalitario. El bombero que provoca incendios en lugar de apagarlos resume la retórica eufemística de los populismos opresores; revoluciones del pueblo conducidas por élites de indolentes que publicitan la suprema felicidad haciendo infeliz a su pueblo. Si los bomberos quema-libros son los órganos represores de control social, los sabuesos metálicos vendrían a ser los implacables policías-robot de los operativos de persecución de la disidencia. La buena censura debe acompañarse de artificio y espectáculo.

La dictadura, cuando más fuerte se creía, acabo en segundos bajo el bombardeo del enemigo. La ciudad distópica consumida irónicamente en llamas. Del gobierno totalitario solo quedaron cenizas. Los únicos sobrevivientes fueron los miembros de la "Book People"; la silenciosa comunidad de intelectuales memoriosos como el Funes de Borges. Hoy día, esos lectores-depósito ya no son necesarios: fueron sustituidos por el pdf, el epub y el mobi; salvaguardados en la nube y reforzados por los tuits, los emojis y los likes. Montag y su esposa mantis religiosa 2.0 bien pudieran convivir en el pandémico año 20 del siglo XXI. 

Bradbury fue un visionario. Larga vida al libro.


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