La historia interminable es la historia sin fin
"La pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros"
VOLVER A LA INFANCIA. Mi opinión sobre La historia sin fin (o interminable), venía prejuiciada antes de iniciar la lectura. La película de Wolfgang Petersen marcó mi niñez. Tendría 7 u 8 años cuando visitaba a mis primas que tenían un Betamax. Dos de sus cintas de video, las vi decenas de veces: una era La Profecía (The Omen), pero ese es un cuento de terror y debe ser contado en otra ocasión. La otra, por supuesto, era La historia sin fin.
Más aún, el nombre de mi hijo Sebastián se lo debe a Bastián, el niño lector salvador de Fantasía. Por lo que las 5 estrellas de Goodreads las tenía ganadas desde antes que el semáforo diera luz verde. Lo leí con el Synth Pop de Limahl en ritornelo, en mi cabeza (recomiendo el tributo en Stranger Things T3). A fin de cuentas, la lectura es una experiencia subjetiva.
Pero que nadie se engañe: La historia sin fin no es un libro sólo para niños. Hay mucha filosofía y simbolismo en el recorrido de Bastián para conocerse a sí mismo, de búsqueda de equilibrio entre lo real y lo fantástico. Como ha dicho el propio Ende, de encontrar la realidad transitando el camino inverso de la imaginación.
Mi gran sorpresa fue que todo lo que ocurre en la película de Petersen, sucede antes de la mitad del libro. No incluye la transformación de Bastián en una especie de Daenerys Targaryen; el Elegido, el salvador vuelto tirano antes de reivindicarse hacia el final. En realidad, son referencias a Tolkien, padre de la Alta Fantasía: ÁURYN, el signo de la serpiente mordiendo su cola, tiene reminiscencias al anillo de Sauron.
Una anécdota: A diferencia del libro, donde Bastián renombra a la Emperatriz Infantil como "Hija de la Luna"; en la película una tormenta no permite escuchar el nombre que grita Bastián. El niño que era yo pulsó no sé cuántas veces Rewind, Stop, Play, pegando infructuosamente el oído a la pantalla para oír el nombre.
Volver a la infancia. Rewind, Stop, Play.
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