Música de cañerias
Música de cañerías, el soundtrack de un escritor maldito.
Los relatos de “hot water music” parecen ser la venganza de Chinaski contra la sociedad de Los Ángeles y su sueño americano, ese alter ego de Bukowski fracasado, alcohólico y chulo que irrumpe intercalado en los relatos para luego dar paso algún cuento sucio o violento.
Bukowski es un experto jugador de póker clandestino: Evita el glamour de los grandes casinos y se regodea en los antros atiborrados de adictos, prostitutas y matones. Se emborracha e insulta a todos y cuando parece que va a perder su apuesta y ser molido a palos, saca bajo la manga una "escalera real" color sangre, desbancando la casa.
La sordidez de su propuesta no riñe con el humor negro. Para muestra, “El gran poeta”:
“¿Qué aconseja a los escritores jóvenes?” “Que beban mucho, que cojan mucho y que fumen muchos cigarrillos.” “¿Cuál es el impulso que le mueve a crear un poema?” “¿Y usted, por qué caga?”
No hay hoteles cinco estrellas pero sí moteles de carretera. Hay obscenidad y decadencia. Y también mucha literatura. Léase como tomar tequila de golpe, sin limón ni sal:
“¿Es usted escritor?” “Sí.” “¿Sobre qué escribe?” “Oh, Dios mío, no sé. Aunque suene muy mal; sobre la vida…, supongo.” “Eso no suena mal ¿Incluye esto sexo?” “¿No lo incluye la vida?” “A veces sí. A veces no.”
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